AGRICULTURA BOLIVIANA DEL SIGLO XX
A mediados de la década de los sesenta, Bolivia se ubicaba en
el nivel más bajo de producción agrícola per cápita de la región andina. En los
años siguientes, sin embargo, experimentaría un crecimiento sostenido, con un
desempeño notable a comienzos del siglo XXI
La radical reforma agraria de
1953 devolvió las tierras a las comunidades de la región andina de valles y
altiplano, acabó con el régimen de la servidumbre, devolvió sus tierras a las
comunidades quechuas y aimaras y terminó con el modelo terrateniente semifeudal
que caracterizó las relaciones sociales del agro andino-republicano hasta
entonces. Ya en la década de los sesenta, la política pública más exitosa fue
la «marcha al Oriente» que el Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR) tomó
del Plan Bohan y la convirtió en realidad con la construcción de la carretera
Cochabamba-Santa Cruz. Así comenzó la articulación caminera de un país con
territorio accidentado, conformado por identidades étnicas diversas y flujos
poblacionales dispersos.
En la década de los sesenta, se iniciaba así una larga marcha para la
integración de la región de los llanos a la economía nacional y para eso se
escogió un «modelo» de desarrollo basado en unidades empresariales agro industriales: primero fue la caña de azúcar, luego el algodón y,
finalmente, en los noventa se amplió a las oleaginosas y al ganado vacuno en
torno a proyectos inicialmente promovidos por instituciones estatales y luego
por iniciativa privada nacional e inversión extranjera. Sobre todo, en sus
orígenes, este modelo creó un espacio a los migrantes colonizadores andinos
(campesinos indígenas collas sin tierras), a quienes el Estado otorgó parcelas
marginales de 50 hectáreas en el Oriente y precaria asistencia técnica y
financiera.
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